.Editorial

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Texto: Yolanda López.

. Mi name is José

--Tú eres una pringada nana --me dice mi amiga la rubia mientras se toma una coca Light a la par que saborea un Hola recién sacado del kiosco--. ¿A ti te dan algo por pedir C’s , D’s y txotxoladas?

--Sí, bueno --digo yo con fatiga--. En Navarra ya lo estamos dando, pero queremos que el Ministro garantice que todas las Escuelas puedan, si quieren, hacer lo mismo y que nuestros certificados valgan igual en Cádiz, Antequera, Londres o París.

--¡Qué pereza me das! --replica ella bostezando--. Tú te acuerdas de "My name is Jose I’m 31 years old", pues eres tú con más pelo. Y prosigue, ante mi cara de puzzle--, sí, hombre, ése que dice: "Yo soy un trabajador ejemplar, casi prefecto, no prefecto del todo, pero casi". ¡Y se queda tan ancho!

A mi amiga la rubia no le falta razón, su neurona parpadea alarmada ante la falta de lógica. Los que mandan parecen querer hacernos la vida más fácil, nos protegen de las dificultades y sinsabores de los niveles avanzados y nosotros, desagradecidos, pataleamos. Que nos den más, que no nos vale con el intermedio-alto, que queremos más nivel, más trabajo, más esfuerzo, más calidad, más idiomas…

Y a mí me pone triste, triste y alegre, me entra la ternura sosa, como cada vez que sale el muchacho de la tele, con su inteligencia límite, pobrecito mío, contento y orgulloso, satisfecho de haber encontrado su lugar en el mundo. Y no habrá trabajador más ejemplar en todo el universo, porque su trabajo es su pasión y a mucha honra. Y yo también, nos veo así, tonta y contenta. Cuidando de este jardín de lenguas extranjeras mientras regamos con mimo el berenjenal de nuestra locura exótica.

En fin, aquí seguimos dando la tabarra a nuestros jefes, y entretanto, en Pamplona el curso avanza. Tenemos radio, yoga, bertsos, música, viajes, drama, cocina, cine, polis y asesinos, mercadillos de Navidad… Y alumnos, que nos cuentan dónde andan y cómo les va. ¡Ah! Y también tenemos saludos de otras Escuelas.

Las EOI’s somos una panda de grillos disparatados con una monomanía común: las L2. Napoleón, con su embudo en la cabeza y la mano en el corazón.

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